quarta-feira, 11 de março de 2020

Be a voice...

  Cuando lo conocí en París, me regaló un café. Yo acababa de sentarme en la mesa esquinada del restaurante más parisiense que te puedas encontrar: La Crêpe (por cierto, es mi lugar favorito de la ciudad). Se acercó a mi con una seguridad que portaba junto a sus mocasines marrón, mezclilla y abrigo de piel. Quitándose el sombrero, esbozó una sonrisa.  
- ¿Me permite acompañarla?- dijo en inglés mientras tomaba la silla, seguro de mi respuesta.
-¿Perdón?
-Sólo quiero invitarla un café, si me lo concede. 
-Le agradezco su oferta...
-Pero...
-No hay ningún “pero”, no le diré que vendrá alguien porque entonces usted se dará cuenta que no es verdad. 
-Buena respuesta. Mi nombre es Rahim. Soy de Argelia. Un placer conocerla- me dijo mientras estiraba su mano. 
-Encantada. Soy Geraldine. 

  Debo admitir que no tenía mi mente despejada y él lo entendió; durante casi 20 minutos guardó silencio mientras yo miraba la torre Eiffel. Pensaba en todo: los feminicidios, las feministas, los gobiernos, las demandas públicas, virus, virus y más virus...
-Su café se va a enfriar, no sabía qué tipo de café toma, pero me arriesgué. No quería interrumpir sus pensamientos- dijo mientras dibujaba con sus dedos la orilla de su sombrero. 
-Gracias, así está bien.


  Me empezó a cuestionar el motivo de mi visita a París, pero no había nada en especial. Meras vacaciones. Y entonces me contó acerca de su trabajo; tenía tanto tiempo que no escuchaba buenas noticias hasta que me narró lo interesante que es su labor. 
-Pues en resumidas cuentas trabajo en una institución gubernamental para apoyar a las personas con alguna discapacidad. Los apoyamos en todo lo que sea posible. Nos enfocamos en los derechos humanos.

  Caminamos por la avenida de Suffren y seguimos; su plática era tan envolvente que no me di cuenta el tiempo que había pasado: una hora cuarenta y cinco minutos. Nos despedimos pero leyó mis ojos cuando me dijo: mañana tengo unos asuntos de trabajo, pero quiero que me acompañe. Le mostraré algunas cosas. 
Esa noche, tardé en conciliar el sueño, puesto que él me había enseñado algunas fotografías de su trabajo. Sonaba interesante. Al día siguiente y durante dos semanas tuve el privilegio de acompañarlo por la ciudad en horas de trabajo. Me arriesgué a seguir a una persona que acababa de conocer un día antes. No me dio miedo, sino todo lo contrario. Rahim tiene un carisma que te hace sentir seguridad, no importa en donde lo hayas conocido. Sus compañeros de trabajo lo aprecian tanto, que las bienvenidas fueron con sonrisas y “buenos días” con todo el cariño del mundo. ¿Cómo Dios me había dado el privilegio de conocer a una persona que, trabaja con tanto amor que no pareciera trabajo? 
-Geraldine, ama lo que haces y jamás tendrás que trabajar. Hay muchos dichos así. Y tienen razón- comentó en alguna ocasión. 

 Él nunca dejó de sorprenderme, antes de de poder yo preguntar, él tenía la respuesta. También me hizo reflexionar en la vida; lo corta que es y la bendición de tenerla. Si tan solo pudiéramos atesorar lo que tenemos y lo que no tenemos, mirar a las personas más fuertes que nosotros (no en complexión)...él también me enseñó que la ayuda siempre es bienvenida y necesaria, que la mejor recompensa es la sonrisa con la que se recibe y la satisfacción que deja es un tesoro. Rahim y yo nos hicimos buenos amigos, él tiene mucho trabajo. Hemos pasado semanas enteras sin comunicarnos porque respeto su agenda tan apretada que tiene. Pero cuando hablamos, siempre me muestra las nuevas fotos que su Nikon logró captar, me manda su ubicación y dice: Ahora usted, ¿gusta acompañarme a mí? 


quinta-feira, 4 de julho de 2019

Si tú me dices...



Para ti, porque la distancia nos úne.

  Si tú me dices “ven”, te aseguro que tardaré sólo para ponerme los zapatos procurando no usar agujetas. Voy a tomar mi mochila y saldré corriendo así, sin más ni más. Si tú me dices “ven”, cruzaré las calles, las nubes y los océanos para tomar cualquier medio de transporte; olvidaré mis vértigos a las alturas, las supersticiones a las grandes mareas ó los miedos a los ferrocarriles. ¡Y mira que no es cualquier cosa! 
  Si tú me dices “ven”, desafiaré las miradas de la gente que no entiende mi pronunciación del idioma; entonces hablaré en leguaje de señas o en sistema braille, no se me ocurre otra manera de preguntar por ti. Si tú me dices “ven”, subiré a la torre Eiffel para gritar tu nombre, iré a la deriva por las calles de Andorra (y hay que aprovechar el viaje y preguntar si es La Vella ó La Vieja), subiré al tren de Lisboa (al último) y tomaré una góndola en Venecia. No sé en dónde te encuentras, pero será todo una excursión encontrarte. 
  Si tú me dices “ven”, puedes estar seguro que me hospedaré en cualquier Pensión Europa que me cruce, dormiré (o trataré de dormir) para recobrar energía y saldré por la mañana caminando acompañada de un café, de los que tanto te gustan. Seguiré, no te diré para dónde pero mi brújula apunta hacia ti; así que le haré caso a la corazonada tan acertada que yo sienta después de mirar tu foto, y sé que te encontraré. 
Pero, si tú me dices “ven”, es porque realmente piensas cumplir tu palabra, así que cuando te encuentre: ponte tus zapatos, llévame por tierra, habla con la gente, pregunta cómo llegaremos, compra los pases para nuestras bicicletas y llévame a Toscana, que del resto...no. Ya no habrá más.

quarta-feira, 30 de janeiro de 2019

Tu primer carta


Querido John:

  Hace 4 meses que decidiste mudarte de ciudad, y créeme que no ha pasado un sólo día sin que recuerde el último momento que te miré. Recuerdo que tenías tu playera color guindo que te caracterizaba y estabas sentado frente a mi. Yo hablaba con una persona, pero créeme que sólo podía ponerte atención a ti; te miraba por detrás de sus hombros y lo que sea que estabas platicando, imaginaba que me lo decías.

  Siguió mi turno para entregar un regalo frente a todos los que estaban en ese momento. Los nervios que me notaste, fueron sólo porque tú estabas presente; cuando te miré me di cuenta que grababas aquella escena. ¿Quiere decir que aún estoy en tu móvil? Espero que si. Pero después, mi mente se nubló cuando al buscarte observé que ibas justo a tu carro. Había tanta gente que no miraba a nadie, salvo tus pisadas.

  Pregunté a todo mortal que me topé esa noche a donde te dirigías.
-Ya se va, se va de la ciudad- me contestaban, pero mi mente y (con mayor razón) mi corazón, se negaban a esa respuesta. Los días pasaron y con mayor frecuencia me afirmaban la teoría de que te habías marchado; no paraban de decirlo, de torturarme.

  Entonces decidí encerrarme; y no me refiero al echo de no salir de una cámara, sino encerrarme al medio que me rodeaba. No quería saber nada de lo que pasaba a mi alrededor, no me interesaban las noticias, si los pájaros habían tenido sus crias, las ofertas del supermercado, la nueva máquina de capuccino en el restaurante, el eclipse lunar, la lluvia que caía de milagro, la nieve por la ciudad, los regalos de navidad, brindar en año nuevo ni la llegada de los Reyes Magos...incluso, recuerdo acompañar a las personas en las tiendas de ropa y mientras miraba a la gente muy desesperada por las rebajas, sólo podía pensar “Que vida tan tristemente vacía”. Y es que sin ti, el mundo es un completo caos.

  Me dicen que mi felicidad no debe depender de ti mi querido John, pero no puedo discutir con ellos lo que dicen los muros de La Habana, porque sólo aquellas personas que sonríen cuando miran la leyenda pintada en esas paredes, pueden entender lo que significa. Y es que se equivocan, mi felicidad no depende de ti, más bien eres parte de ella.

  En fin, el otoño es la época más nostálgica para mi; en ella te conocí hace algunos años, y en vísperas de ella te fuiste. El verano tampoco es de mi agrado, no si aún no estas aquí. Entonces, espero que el próximo otoño sea de un dorado resplandeciente por tu regreso.

                     Siempre tuya, Elionor.






quarta-feira, 23 de janeiro de 2019

Cuando el silencio grita


  Mira el calendario cada mañana mientras piensa lo eterno que es el tiempo sin él. Tacha los días correspondientes a su agonía y se sirve una taza de café. Con la barbilla apoyada en su mano y la mirada fija en una mancha de mermelada sobre la barra, le gusta menear la cuchara en sentido a las manecillas del reloj esperando a que el tiempo avance más rápido, pero sabe que es inútil. Cree que en cualquier momento recibirá un mensaje de él. Entonces da un sobresalto y recuerda que no tiene un timbre predeterminado para ese instante mágico. Toma su teléfono (raro de ella; a veces olvida donde lo coloca) y busca una melodía especial para ponerla de tono cada vez que el la llame.


  Un instante mágico regresó a su mente: Cuando el casino frente a la casa iluminaba el rostro de él. Recuerda aquella buena medianoche mientras lo esperaba sentada sobre el sillón de la casa; la madrugada se asomaba pero el sueño se colaba entre las manos. Y es que no sabia que era dormir sin haberse despedido solo entre sonrisas y miradas de complicidad debajo de la luz neón de la ciudad. Y como todo, después de su reencuentro, llegaba la triste despedida. 

-Me tengo que ir a trabajar- él decía tratando de subirse al carro. 
-¿Sabes que significa “per can”? Lo leí esta mañana en una lata de energizante que dejas en cada almuerzo sobre la mesa- sonreía y detenía la puerta para que él no subiera. 
-Significa “por envase” pero se refiere sólo a las latas. Ahora si, debo ir a trabajar.
-Aún no he tomado la rebanada de pan que me regalaste. Quise preguntarte primero con que se come. No se si ponerle queso crema o mantequilla- le contestaba mientras se sentaba en el asiento trasero del carro. 


  Entonces, él entendía su plan. 
-Te lo puedes comer con ambas cosas. En la tarde te traeré otro. Pero en este momento ya me tengo que ir- respondía entre risas. 
Sabía lo que ella quería; cinco minutos, sólo cinco minutos más con él aunque no dijeran ni una sola palabra. Y se lo concedía. Sentados en los asientos del carro, miraban como cambiaba el semáforo una y otra vez. Se escuchaba el silencio tan claro que retumbaba en sus oídos. En los de ambos. 
-El semáforo de norte a sur cambia a verde cada 75 segundos. Y el que está frente a nosotros, que conduce al casino cambia cada 45 segundos. Por eso siempre escucho a los carros pitar con tanta desesperacion cada mañana. Debería ser al revés. Pero, ¿sabes algo? Ya cambió 12 veces. Quiere decir que en serio, ya tienes que irte. 
-Casi siempre haces esto. Y digo casi porque los días que descanso no te miro. No a estas horas. Me da un poco de risa que sólo quieres estar en silencio- le decía mientras la miraba por el retrovisor. 
-Prefiero no escuchar nada, salvo el silencio. De esa manera, estés conmigo o no, el silencio estará presente mientras hago que llegues tarde a tu trabajo. Lo tomo como algo muy especial. Así me acuerdo de ti. Y créeme que tengo la mejor vista detras de ti; Entre tú hombro y tu oreja derecha- contestaba mientras se bajaba del carro- ahora si, Dios te cuide. La ventaja es que estas a 5 minutos de tu trabajo. Mañana, Dios me permita el mismo momento. 
-Recuerda que mañana descanso, pero de todas maneras lo tendrás- esbozó una sonrisa y se fue...

Y ella regresó en si porque en ese preciso instante, el ruido de la cafetera la despertó de su recuerdo que soltó sobre el pensadero de su café. Concluye que el mejor sonido será aquel que no se escuche, pero que grite como cuando miraba el semáforo sentada detrás de él. Así que lo puso en vibrador. Escogió la única fotografía que tenía juntos y la determinó como “foto de contacto”. 
-No sueño, yo tengo fe- dijo en voz alta y la miro con las mismas ganas (desgastadas) de seguir adelante.  

  Su fe me recuerda que los miedos siempre están a la puerta. Pero es más grande quien está con ella. Incluso aunque sepa que él, no tiene su nuevo número de teléfono.


quinta-feira, 21 de junho de 2018

De sueños recordados...


  Día lluvioso y con un frío que calaba en los huesos; momento perfecto para sentarse y recordar, o caminar. Prefiero caminar. Eso hace que fluyan más mis pensamientos. Aunque mi amiga siempre me dice que no es tan bueno quedarse afincado en el pasado; pues si ocurrieron cosas buenas, quisiéramos volver a vivirlas y nos entra la nostalgia, y que los momentos malos nos hacen más vulnerables hundiendonos en la tristeza. 

  Pienso que tiene razón, pues la lluvia me recordó todos los planes (al fin sueños) que hice en algún momento, cuando yo afirmaba que era feliz; incluso días grises con un enorme colorido de alegría. Y la gente que me acompañó en cada paso que daba. Esos años no regresarán y me refiero al echo de volver a vivir las mismas cosas: sentarse frente a un lago mientras la presión por terminar un trabajo se incrementa, viajar en transporte o metro mirando la ciudad bajo la lluvia, últimos periodos en la escuela y pasar todo el día en la biblioteca.

  También recordé la última Convención a la que asistí, por alguna razón la sentí única, no imaginaba lo que vendría después de todo eso. Y como olvidar cada ensayo del conjunto y de la orquesta de Convención. Sin lugar a duda, me siento bendecida por vivir cada segundo junto a mis instrumentos. 

  Si remonto mi mente al pasado más pasado, aún sigo creyendo que no terminé de decirle tantas y tantas cosas a mi papá, pero aprendí de él más de lo que habría imaginado. Recuerdo que desde niña me enseñó una senda que seguir, la cual hasta el día de hoy es el único sendero que mi vida desea, pues el sonido del agua en mis oídos jamás lo voy a olvidar. 

  Hay otro recuerdo igual de singular a los anteriores, porque va enlazado a ellos; tú. Hace tiempo platicaba con mi amigo acerca de "La teoría del caos". Le mostré una escena de cierto filme donde mencionan que un segundo puede cambiar incluso la existencia de un ser (claro que todo lo que pasa es porque Dios lo permite) y me explicaba que el se sentía así. Que miraba cada segundo de su vida. 

  Mi mente se fue hasta aquel dia, en el momento justo cuando una sola pregunta que no me hicieron, cambió mi vida. Lo cambió todo. Mi ruta en el mapa habría sido al noroeste pero la brújula siguió apuntando todo el tiempo al centro. Ese segundo pudo haber echo maravillas, o amargas alegrías. Te habría  conocido antes, nuestras vidas tendrían otro tango. Tal vez tendría otros recuerdos, y en estos momentos estaría sentada en el sillón esperando a que llegaras...en las mañanas iria por el periódico y pondría "El Mundo" a tus pies junto con una taza de café. 

  Los desayunos serían en la mesa del jardín, de la que siempre hablamos después de que te conocí. Estoy segura que habríamos construido mi sistema hidropónico de riego para tener mis vegetales y hierbas frescas. Caminariamos bajo las luces neón de esta ciudad tan frágil y subiríamos al piso más alto de los estacionamientos sólo para gritar tu nombre una y mil veces. 

  Pero esos sólo son sueños, que en ésta página llena de recuerdos no caben más...

quinta-feira, 14 de dezembro de 2017

Al teléfono y tras una sonrisa...


"Hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores." Benjamin Disraeli.

 Su forma de decirle al mundo que no quiere hablar es sonriendo. Así, sin pronunciar media palabra. Pese a la gente que puede titularlo de ermitaño a él le gusta romper estereotipos, y la verdad es que he admirado su coraje para hacerlo... lo conocí (de vista) justamente hace 3 años sobre una avenida llamada Patterson, aquí en las luces neón. Llevaba corbata y sus armas listas para dirigir un culto, y no recuerdo si lo llegué a saludar pero hoy es de las personas que analizo casi a escondidas, es que lo miro muy escasamente.

  En una ocasión yo tenía cierta angustia por las circunstancias adversas que pasaba, y recordé un compromiso tan importante como su nombre. Tuve que hablarle al protagonista de ésta historia, puesto que estábamos juntos en el meollo del asunto. Mis problemas en ese momento los olvidé, ignoré varias llamadas que estaban entrando, tal vez eran cosas importantes, pero ahora, en éste instante ya no me importan. Y me alegro de haber dejado correr esas llamadas, porque mientras eso ocurría yo me sentía de nuevo sonriendo, estaba hablando con alguien que jamás me habría imaginado cruzar si quiera un "hola" por teléfono.

   Lo que estoy segura es que pasaban de las diez de la noche y yo tenía un poco de sueño, no dudo que él tuviera más. Hablamos, platicamos de muchas cosas; me contaba de lo humano, yo le contaba de lo infinito y juntos charlamos del futuro. Y entonces descubrí algo: tiene los mismos problemas que cualquier ser humano, las mismas luchas pero también las mismas bendiciones. Encontré a una persona más cálida de lo que imaginaba. Lo escuché reír, y así pasaron dos horas y media junto al teléfono.

  Después de colgar me quedé pensando, analizando cada cosa que me había pasado días atrás... miraba el techo a oscuras por unos 45 minutos mientras me daban vueltas en mi cabeza muchas teorías. A veces somos tan prejuiciosos, yo lo soy. Nunca creí que detrás de esa persona encontraría todo lo que me había dicho. Y es que nadie es tan diferente mucho menos inmortal. Yo había tocado casi fondo (y digo "casi" porque cada prueba que paso es mas difícil que la anterior) con muchas dificultades de la vida cotidiana, pero él no era tan ajeno a esas situaciones.

  Hoy en día hemos roto un poco más ese hielo, y no puedo decir que somos los mejores amigos, pero al menos ya puedo ver mas detrás de esa sonrisa. Cada vez que  hemos coincidido, trato de saludarlo sin olvidar que si sólo sonríe, es mejor alejarme. Seguro tiene sus propios problemas y respeto el tiempo que tiene consigo mismo.
 
  Ésta noche no puedo evitarlo; he tomado mi libreta y empiezo a escribir. Ahora tengo una historia que contar acerca del chico que se esconde tras una sonrisa...

quarta-feira, 8 de novembro de 2017

Cuando de recordar se trata...



  Tengo una amiga a la que llamo Libia y hace días la recordé. La conocí en la Universidad un viernes de nuestra primera semana. Cuando tuvimos que hacer equipos para nuestro trabajo final, nos pusimos de acuerdo y no me puedo quejar del resultado. En los siguientes semestres no estuvimos en las mismas clases, pero siempre tratábamos de saludarnos; recuerdo que siempre me sacaba la lengua o me estiraba el pelo en símbolo de saludo.

  Hace unos meses decidí salir de la ciudad y poner un "Stop" a mi carrera, ella me acompañó a la central para despedirse de mí y aún recuerdo nuestra plática. Sobre la carretera hablaba con ella por teléfono. No podía esperar a abrir los chocolates que me había regalado y cuando por fin lo hice, reconozco que lloré por tantas y tantas cosas que Dios como siempre desde niña ha sido mi mejor consuelo y la almohada mi pañuelo. Le prometí que en cuanto yo regresara le hablaría por teléfono para volver a vernos.

  La admiración hacia ella aún sigue en pie y aunque pasa el tiempo sé que sigue ahí, y que nuestra comida con "croquetas de papa y nopal" serán siempre nuestra  mejor comida y "chocolates con nopal deshidratado" el mejor postre. Porque no recuerdo que pasó por nuestras mentes a tan altas horas de la madrugada mientras la calificación estaba en juego, pero no dormimos por terminar nuestro proyecto, así que siempre recordaré lo mucho que aprendí de ella y lo mucho que la extraño.

  ¡Qué nuestra amistad dure hasta vender nuestra patente mi Libia!.