quinta-feira, 4 de julho de 2019

Si tú me dices...



Para ti, porque la distancia nos úne.

  Si tú me dices “ven”, te aseguro que tardaré sólo para ponerme los zapatos procurando no usar agujetas. Voy a tomar mi mochila y saldré corriendo así, sin más ni más. Si tú me dices “ven”, cruzaré las calles, las nubes y los océanos para tomar cualquier medio de transporte; olvidaré mis vértigos a las alturas, las supersticiones a las grandes mareas ó los miedos a los ferrocarriles. ¡Y mira que no es cualquier cosa! 
  Si tú me dices “ven”, desafiaré las miradas de la gente que no entiende mi pronunciación del idioma; entonces hablaré en leguaje de señas o en sistema braille, no se me ocurre otra manera de preguntar por ti. Si tú me dices “ven”, subiré a la torre Eiffel para gritar tu nombre, iré a la deriva por las calles de Andorra (y hay que aprovechar el viaje y preguntar si es La Vella ó La Vieja), subiré al tren de Lisboa (al último) y tomaré una góndola en Venecia. No sé en dónde te encuentras, pero será todo una excursión encontrarte. 
  Si tú me dices “ven”, puedes estar seguro que me hospedaré en cualquier Pensión Europa que me cruce, dormiré (o trataré de dormir) para recobrar energía y saldré por la mañana caminando acompañada de un café, de los que tanto te gustan. Seguiré, no te diré para dónde pero mi brújula apunta hacia ti; así que le haré caso a la corazonada tan acertada que yo sienta después de mirar tu foto, y sé que te encontraré. 
Pero, si tú me dices “ven”, es porque realmente piensas cumplir tu palabra, así que cuando te encuentre: ponte tus zapatos, llévame por tierra, habla con la gente, pregunta cómo llegaremos, compra los pases para nuestras bicicletas y llévame a Toscana, que del resto...no. Ya no habrá más.

quarta-feira, 30 de janeiro de 2019

Tu primer carta


Querido John:

  Hace 4 meses que decidiste mudarte de ciudad, y créeme que no ha pasado un sólo día sin que recuerde el último momento que te miré. Recuerdo que tenías tu playera color guindo que te caracterizaba y estabas sentado frente a mi. Yo hablaba con una persona, pero créeme que sólo podía ponerte atención a ti; te miraba por detrás de sus hombros y lo que sea que estabas platicando, imaginaba que me lo decías.

  Siguió mi turno para entregar un regalo frente a todos los que estaban en ese momento. Los nervios que me notaste, fueron sólo porque tú estabas presente; cuando te miré me di cuenta que grababas aquella escena. ¿Quiere decir que aún estoy en tu móvil? Espero que si. Pero después, mi mente se nubló cuando al buscarte observé que ibas justo a tu carro. Había tanta gente que no miraba a nadie, salvo tus pisadas.

  Pregunté a todo mortal que me topé esa noche a donde te dirigías.
-Ya se va, se va de la ciudad- me contestaban, pero mi mente y (con mayor razón) mi corazón, se negaban a esa respuesta. Los días pasaron y con mayor frecuencia me afirmaban la teoría de que te habías marchado; no paraban de decirlo, de torturarme.

  Entonces decidí encerrarme; y no me refiero al echo de no salir de una cámara, sino encerrarme al medio que me rodeaba. No quería saber nada de lo que pasaba a mi alrededor, no me interesaban las noticias, si los pájaros habían tenido sus crias, las ofertas del supermercado, la nueva máquina de capuccino en el restaurante, el eclipse lunar, la lluvia que caía de milagro, la nieve por la ciudad, los regalos de navidad, brindar en año nuevo ni la llegada de los Reyes Magos...incluso, recuerdo acompañar a las personas en las tiendas de ropa y mientras miraba a la gente muy desesperada por las rebajas, sólo podía pensar “Que vida tan tristemente vacía”. Y es que sin ti, el mundo es un completo caos.

  Me dicen que mi felicidad no debe depender de ti mi querido John, pero no puedo discutir con ellos lo que dicen los muros de La Habana, porque sólo aquellas personas que sonríen cuando miran la leyenda pintada en esas paredes, pueden entender lo que significa. Y es que se equivocan, mi felicidad no depende de ti, más bien eres parte de ella.

  En fin, el otoño es la época más nostálgica para mi; en ella te conocí hace algunos años, y en vísperas de ella te fuiste. El verano tampoco es de mi agrado, no si aún no estas aquí. Entonces, espero que el próximo otoño sea de un dorado resplandeciente por tu regreso.

                     Siempre tuya, Elionor.






quarta-feira, 23 de janeiro de 2019

Cuando el silencio grita


  Mira el calendario cada mañana mientras piensa lo eterno que es el tiempo sin él. Tacha los días correspondientes a su agonía y se sirve una taza de café. Con la barbilla apoyada en su mano y la mirada fija en una mancha de mermelada sobre la barra, le gusta menear la cuchara en sentido a las manecillas del reloj esperando a que el tiempo avance más rápido, pero sabe que es inútil. Cree que en cualquier momento recibirá un mensaje de él. Entonces da un sobresalto y recuerda que no tiene un timbre predeterminado para ese instante mágico. Toma su teléfono (raro de ella; a veces olvida donde lo coloca) y busca una melodía especial para ponerla de tono cada vez que el la llame.


  Un instante mágico regresó a su mente: Cuando el casino frente a la casa iluminaba el rostro de él. Recuerda aquella buena medianoche mientras lo esperaba sentada sobre el sillón de la casa; la madrugada se asomaba pero el sueño se colaba entre las manos. Y es que no sabia que era dormir sin haberse despedido solo entre sonrisas y miradas de complicidad debajo de la luz neón de la ciudad. Y como todo, después de su reencuentro, llegaba la triste despedida. 

-Me tengo que ir a trabajar- él decía tratando de subirse al carro. 
-¿Sabes que significa “per can”? Lo leí esta mañana en una lata de energizante que dejas en cada almuerzo sobre la mesa- sonreía y detenía la puerta para que él no subiera. 
-Significa “por envase” pero se refiere sólo a las latas. Ahora si, debo ir a trabajar.
-Aún no he tomado la rebanada de pan que me regalaste. Quise preguntarte primero con que se come. No se si ponerle queso crema o mantequilla- le contestaba mientras se sentaba en el asiento trasero del carro. 


  Entonces, él entendía su plan. 
-Te lo puedes comer con ambas cosas. En la tarde te traeré otro. Pero en este momento ya me tengo que ir- respondía entre risas. 
Sabía lo que ella quería; cinco minutos, sólo cinco minutos más con él aunque no dijeran ni una sola palabra. Y se lo concedía. Sentados en los asientos del carro, miraban como cambiaba el semáforo una y otra vez. Se escuchaba el silencio tan claro que retumbaba en sus oídos. En los de ambos. 
-El semáforo de norte a sur cambia a verde cada 75 segundos. Y el que está frente a nosotros, que conduce al casino cambia cada 45 segundos. Por eso siempre escucho a los carros pitar con tanta desesperacion cada mañana. Debería ser al revés. Pero, ¿sabes algo? Ya cambió 12 veces. Quiere decir que en serio, ya tienes que irte. 
-Casi siempre haces esto. Y digo casi porque los días que descanso no te miro. No a estas horas. Me da un poco de risa que sólo quieres estar en silencio- le decía mientras la miraba por el retrovisor. 
-Prefiero no escuchar nada, salvo el silencio. De esa manera, estés conmigo o no, el silencio estará presente mientras hago que llegues tarde a tu trabajo. Lo tomo como algo muy especial. Así me acuerdo de ti. Y créeme que tengo la mejor vista detras de ti; Entre tú hombro y tu oreja derecha- contestaba mientras se bajaba del carro- ahora si, Dios te cuide. La ventaja es que estas a 5 minutos de tu trabajo. Mañana, Dios me permita el mismo momento. 
-Recuerda que mañana descanso, pero de todas maneras lo tendrás- esbozó una sonrisa y se fue...

Y ella regresó en si porque en ese preciso instante, el ruido de la cafetera la despertó de su recuerdo que soltó sobre el pensadero de su café. Concluye que el mejor sonido será aquel que no se escuche, pero que grite como cuando miraba el semáforo sentada detrás de él. Así que lo puso en vibrador. Escogió la única fotografía que tenía juntos y la determinó como “foto de contacto”. 
-No sueño, yo tengo fe- dijo en voz alta y la miro con las mismas ganas (desgastadas) de seguir adelante.  

  Su fe me recuerda que los miedos siempre están a la puerta. Pero es más grande quien está con ella. Incluso aunque sepa que él, no tiene su nuevo número de teléfono.